jueves, 28 de agosto de 2008

EL RENACIMIENTO

El renacimiento

Renacimiento, periodo de la historia europea caracterizado por un renovado interés por el pasado grecorromano clásico y especialmente por su arte. El renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV y se difundió por el resto de Europa durante los siglos XV y XVI. En este periodo, la fragmentaria sociedad feudal de la edad media, caracterizada por una economía básicamente agrícola y una vida cultural e intelectual dominada por la Iglesia, se transformó en una sociedad dominada progresivamente por instituciones políticas centralizadas, con una economía urbana y mercantil, en la que se desarrolló el mecenazgo de la educación, de las artes y de la música.

Contexto

El término ‘renacimiento’ lo utilizó por vez primera en 1855 el historiador francés Jules Michelet para referirse al “descubrimiento del mundo y del hombre” en el siglo XVI. El historiador suizo Jakob Burckhardt amplió este concepto en su obra La civilización del renacimiento italiano (1860), en la que delimitó el renacimiento al situarlo en el periodo comprendido entre el respectivo desarrollo artístico de los pintores Giotto y Miguel Ángel, y definió a esta época como el nacimiento de la humanidad y de la conciencia modernas tras un largo periodo de decadencia.

La más reciente investigación ha puesto fin al concepto de la edad media como época oscura e inactiva y ha mostrado cómo el siglo previo al renacimiento estuvo lleno de logros. Gracias a los scriptoria (aulas dedicadas al estudio) de los monasterios medievales se conservaron copias de obras de autores latinos como Virgilio, Ovidio, Cicerón y Séneca. El sistema legal de la Europa moderna tuvo su origen en el desarrollo del Derecho civil y del Derecho canónico durante los siglos XII y XIII, y los pensadores renacentistas continuaron la tradición medieval de los estudios de gramática y retórica. En el campo de la teología, durante el renacimiento se continuaron las tradiciones medievales del escolasticismo y las establecidas por las obras de santo Tomás de Aquino, Juan Escoto y Guillermo de Ockham. El platonismo y el aristotelismo fueron cruciales para el pensamiento filosófico renacentista. Los avances en las disciplinas matemáticas (también en la astronomía) estaban en deuda con los precedentes medievales. Las escuelas de Salerno y Montpellier fueron destacados centros de estudios de medicina durante la edad media.

Características del renacimiento

El renacimiento italiano fue sobre todo un fenómeno urbano, un producto de las ciudades que florecieron en el centro y norte de Italia, como Florencia, Ferrara, Milán y Venecia, cuya riqueza financió los logros culturales renacentistas. Estas mismas ciudades no eran producto del renacimiento, sino del periodo de gran expansión económica y demográfica de los siglos XII y XIII. Los comerciantes medievales italianos desarrollaron técnicas mercantiles y financieras como la contabilidad o las letras de cambio. La creación de la deuda pública (concepto desconocido en épocas pasadas) permitió a esas ciudades financiar su expansión territorial mediante la conquista militar. Sus mercaderes controlaron el comercio y las finanzas europeas; esta fluida sociedad mercantil contrastaba claramente con la sociedad rural de la Europa medieval. Era una sociedad menos jerárquica y más preocupada por sus objetivos seculares.

Italia durante el renacimiento A mediados del siglo XV, el florecimiento de numerosas ciudades-estado contribuyó a que Italia alcanzara una relativa tranquilidad y gran prosperidad que favorecieron el surgimiento del renacimiento. Las zonas sombreadas que rodean cada ciudad representan sus respectivas áreas de influencia.

Ruptura con la tradición

Por supuesto, la edad media no acabó de forma repentina. No obstante, sería falso considerar la historia como una perpetua continuidad y, por tanto, al renacimiento como una mera continuación de la edad media. Una de las más significativas rupturas renacentistas con la tradición medieval se encuentra en el campo de la historia. Las obras Historiarum florentini populi libri XII (Doce libros de historias florentinas, 1420) de Leonardo Bruno, las Istorie fiorentine (Historias florentinas, 1525) de Nicolás Maquiavelo, Storia d´Italia (Historia de Italia, 1561-1564) de Francesco Guicciardini y Methodus ad facilem historiarum cognitionem (Método para facilitar el conocimiento de la historia, 1566) de Jean Bodin (Bodino), estaban escritas desde un punto de vista secular del tiempo y con una actitud crítica hacia las fuentes históricas. La historia se convirtió en una rama de la literatura más que de la teología; los historiadores renacentistas rechazaron la división medieval cristiana de la historia, que se iniciaba con la Creación, seguida por la encarnación de Jesús, para terminar con el posterior Juicio Final. La visión renacentista de la historia también constaba de tres partes: comenzaba con la antigüedad, continuaba con la edad media y se completaba con la edad de oro, o renacimiento, que acababa de iniciarse. Mientras que los eruditos medievales contemplaban con recelo el mundo pagano griego y romano creyendo que vivían en la última etapa histórica, previa al Juicio Final, sus colegas renacentistas exaltaban el mundo clásico, condenaban el medievo como una etapa ignorante y bárbara y proclamaban su propia era como la época de la luz y de regreso al clasicismo. Esta visión era expresada por muchos pensadores renacentistas que recibieron el nombre de humanistas.

La idea renacentista del humanismo supuso otra ruptura cultural con la tradición medieval. Según el profesor estadounidense Paul Oscar Kristeller, este término, frecuentemente mal interpretado, significa la tendencia general del renacimiento a “conceder la mayor importancia a los estudios clásicos y a considerar la antigüedad clásica como la pauta común y el modelo a seguir en toda la actividad cultural”. Se estudiaron los textos clásicos y se enjuiciaron por sus propios valores; desde este momento ya no se utilizarían más para embellecer y justificar la civilización cristiana. El gran interés por la antigüedad tuvo su expresión en la febril y fructífera búsqueda de manuscritos clásicos; se redescubrieron los Diálogos de Platón, los textos históricos de Heródoto y Tucídides, las obras de los dramaturgos y poetas griegos, así como de los padres de la Iglesia, que se publicaron críticamente por primera vez. El estudio de la lengua griega se desarrolló en los siglos XV y XVI gracias a la emigración de eruditos bizantinos que, tras la caída de Constantinopla en manos del Imperio otomano en 1453, la enseñaron en Florencia, Ferrara y Milán. El estudio de la literatura antigua, de la historia y de la filosofía moral, aunque a veces degeneró en una imitación de los clásicos, tenía por objetivo crear seres humanos libres y civilizados, personas de gusto y juicio, ciudadanos, en definitiva, más que sacerdotes y monjes.

La perfección del cuerpo humano mediante el entrenamiento físico, ideal que raramente se conoció en la edad media, se convirtió en uno de los objetivos de la educación renacentista. Los estudios humanísticos, junto a los grandes logros artísticos de la época, fueron fomentados y apoyados económicamente por grandes familias como los Medici en Florencia, los Este en Ferrara, los Sforza en Milán, los Gonzaga en Mantua, los duques de Urbino, los dogos en Venecia y el Papado en Roma.

El pol

tico y banquero italiano Lorenzo el Magnífico de Medici fue un influyente mecenas de las humanidades en el renacimiento. El propio Lorenzo fue poeta, construyó bibliotecas en Florencia y patrocinó a artistas y literatos, tales como los pintores Miguel Ángel y Botticelli y el poeta y humanista Angelo Poliziano.

Las artes

La recuperación y estudio de los clásicos originó la aparición de nuevas disciplinas —filología clásica, arqueología, numismática y epigrafía— y afectó críticamente al desarrollo de las ya existentes. En el campo de las bellas artes la ruptura decisiva con la tradición medieval tuvo lugar en Florencia en torno a 1420, cuando el arte renacentista alcanzó el concepto científico de perspectiva lineal que hizo posible representar el espacio tridimensional de forma convincente en una superficie plana. Las obras del arquitecto Filippo Brunelleschi y del pintor Masaccio son deslumbrantes ejemplos del uso de esta técnica.

Donatello, considerado fundador de la escultura moderna, esculpió una estatua de David, primer desnudo a tamaño natural desde la antigüedad. Desde mediados del siglo XV, las formas y temas clásicos volvieron a ser utilizados: los motivos mitológicos tomados de las fuentes literarias adornaron palacios, paredes, mobiliarios y vajillas; Pisanello retomó la antigua costumbre de acuñar medallas para conmemorar a eminentes figuras, como el político florentino Cosme de Medici; Piero della Francesca, Andrea Mantegna y Sandro Botticelli pintaron retratos de personajes de la nobleza, resaltando sus características individuales. Los ideales renacentistas de armonía y proporción culminaron en las obras de Rafael, Leonardo da Vinci y Miguel Ángel durante el siglo XVI.

Filippo Brunelleschi (1377-1446), artista italiano, uno de los maestros fundamentales de la transición hacia el renacimiento. Sus aportaciones, como la recuperación de los motivos clásicos y la capacidad para trasladar a sus obras las leyes matemáticas de la proporción y la perspectiva, le convirtieron en el primer arquitecto de la edad moderna.

Brunelleschi nació en Florencia en 1377, hijo de un notario de alto rango que le proporcionó una sólida educación humanística, basada en las siete artes liberales. Más tarde, su vocación artística le impulsó a ingresar en un prestigioso taller florentino de orfebrería, donde alcanzó el grado de maestro en 1393. Pero su formación autodidacta como arquitecto fue posible gracias a una original combinación de conocimientos científicos y tradición artesanal.

En 1401 participó en el famoso concurso para el diseño de las segundas puertas de bronce del baptisterio de su ciudad, realizadas por Lorenzo Ghiberti, con quien no quiso colaborar a pesar de empatar en el primer puesto. Más tarde, después de viajar a Roma con Donatello para estudiar la escultura clásica, se dedicó en exclusiva a la arquitectura. En 1418 volvió a compartir con Ghiberti el premio del concurso para la construcción, de acuerdo al proyecto de 1387, de la cúpula del Duomo, la catedral gótica de Florencia. Aunque el encargo fue conjunto, la responsabilidad de la obra fue siempre de Brunelleschi, que en 1426 asumió la dirección de obras en solitario. Su trabajo, concluido en 1432, es un prodigio de ingeniería no sólo por su audacia y precisión, sino también por el estudio detallado de cada fase constructiva y los medios auxiliares. El problema que suponía una cúpula de tales dimensiones (40 metros de diámetro y 56 de altura), irresoluble hasta ese momento, estribaba en el peso de la mampostería, imposible de resistir con las clásicas nervaduras góticas y sus refuerzos de cadenas horizontales. Su proyecto, que representó una gran innovación no sólo técnica, sino también artística, consistía en la superposición de dos bóvedas esquifadas octogonales, una dentro de otra. Esta disposición permitía un reparto de esfuerzos junto con una ligereza excepcional de la plementería, y se convirtió en el modelo constructivo durante varios siglos. De hecho, aunque la idea de partida fue medieval, esta cúpula de ocho nervios sobre tambor se considera la primera obra arquitectónica del renacimiento.

En otros edificios florentinos, como el hospital de los Inocentes (1419-1444) y la iglesia de San Lorenzo (1421-1428), Brunelleschi perfeccionó su estilo austero y geométrico, inspirado en la antigua Roma y completamente diferente del gótico florido que prevalecía en su época. Su característica principal consistía en el predominio de las proporciones matemáticas, marcado por un orden espacial modular, basado en las formas cúbicas, con nervios ortogonales, líneas rectas y planos lisos. Esta arquitectura austera se convirtió con su rigor geométrico en un paradigma para la mayoría de los edificios posteriores del renacimiento florentino.

Hacia el final de su carrera, sobre todo en edificios como la inacabada iglesia de Santa Maria degli Angeli (comenzada en 1434), la basílica del Santo Spirito (comenzada en 1436) y la capilla Pazzi (comenzada en 1441), todos ellos en Florencia, evolucionó desde su primer estilo lineal para adoptar otro más escultórico. En el segundo de los ejemplos citados, por ejemplo, el edificio es un objeto perfecto y completo, con un interior compuesto por muros que alternan con profundos nichos, abiertos hacia un espacio interior octogonal. Esta tipología de iglesia centralizada, con su espacio racionalista y sus rítmicos contrastes entre vacíos y llenos, se convirtió en el paradigma de la arquitectura humanista y fue el primer paso hacia el renacimiento tardío de Miguel Ángel, que a su vez inspiró a los arquitectos barrocos. En sus últimas obras, la linterna de la cúpula y las exedras de la catedral de Florencia, Brunelleschi estableció casi todas las formas ornamentales del arte clasicista, entre ellas la invención de la voluta (una ménsula romana invertida) como contrafuerte.

Brunelleschi también fue un artista innovador en otras disciplinas. Junto con el pintor Masaccio, fue el primer maestro renacentista que recopiló las leyes geométricas de la perspectiva. Además de la influencia de esta nueva ciencia en la forma de proyectar la arquitectura, realizó dos pinturas siguiendo sus leyes, quizá entre 1415 y 1420, y también se cree que pintó el fondo arquitectónico de una de las obras primitivas de Masaccio.

La influencia de Brunelleschi fue enorme entre sus contemporáneos y sus sucesores inmediatos, como Michelozzo, Donatello o el propio Ghiberti, e incluso ha llegado hasta el siglo XX, dado que los críticos modernos le han destacado como el primer arquitecto racionalista. En su tiempo ya fue considerado como una de las figuras más decisivas del renacimiento italiano, el gran genio que reformó el arte medieval y definió el nuevo orden interno y el lenguaje arquitectónico. Murió en Florencia en 1446.

El sacrificio de Isaac (1401-1402) es el bajorrelieve de bronce con el que Brunelleschi participó en el concurso para realizar las puertas del baptisterio de la catedral de Florencia, que ganó su rival Ghiberti.

Catedral de Florencia La obra cumbre de Brunelleschi fue el proyecto y construcción de la cúpula de la catedral de Florencia (1420-1436). Sus bellas proporciones y su novedoso sistema estructural están inspirados en la arquitectura de la antigua Roma.

Masaccio (1401-c. 1427), el primer gran pintor del renacimiento italiano cuyas innovaciones en el empleo de la perspectiva científica abrieron el periodo de la pintura moderna.

Masaccio, cuyo verdadero nombre era Tommaso Cassai, nació en San Giovanni Valdarno, cerca de Florencia en 1401. En 1422 pasó a formar parte del gremio de pintores florentinos. Su personal estilo pictórico debe poco a otros maestros, si exceptuamos la gran figura del siglo XIV, Giotto, aunque hay una gran diferencia entre ambos: los personajes de Giotto recuerdan piedras labradas, mientras que los de Masaccio parecen de carne y hueso. Masaccio estará más influido por el arquitecto Brunelleschi y por el escultor Donatello, contemporáneos con los que comparte una visión artística renovadora, estableciendo juntos las bases del nuevo lenguaje renacentista. De Brunelleschi adquiere el conocimiento de la proporción matemática, crucial para la recuperación de los principios de la perspectiva científica. De Donatello adopta su conocimiento del arte clásico que le aparta para siempre del estilo gótico. Masaccio inaugura una nueva aproximación naturalista en el arte de la pintura, que atiende más a la simplicidad y unidad de la composición, a la representación del espacio tridimensional que a los detalles y decoración.

Sólo sobreviven cuatro obras atribuidas con certeza a Masaccio, si bien se le han atribuido otras pinturas total o parcialmente. Todas sus obras, retablos o frescos de iglesias, se centran en el tema religioso. La más temprana, La Virgen con santa Ana (c. 1423, Uffizi, Florencia), muestra la influencia de Donatello en las texturas realistas de las carnaciones y en la rotundidad de las formas. En el fresco de La Santísima Trinidad con San Juan y la Virgen (c. 1425, Santa Maria Novella, Florencia), la escena queda emplazada dentro de un marco arquitectónico clasicista en el que el espacio por vez primera tiene perspectiva. El retablo para la iglesia de Santa Maria del Carmine de Pisa (1426), muestra en el panel central la Adoración de los Magos (hoy en el Staatliche Museen, Berlín), donde el tratamiento se aleja del carácter decorativo tradicional propio del tema, en aras de una mayor simplicidad y austeridad. Otra de las grandes innovaciones de Masaccio —el empleo de la luz en el modelado del cuerpo y los ropajes— se observa en la serie de frescos (c. 1427) de la capilla Brancacci en la iglesia de Santa Maria del Carmine de Florencia. En ellos, Masaccio más que bañar las escenas con una luz uniforme, refleja en el espacio pictórico el equivalente a un foco lumínico único y direccional (la ventana real de la capilla), creando así un juego de luces y sombras (claroscuro) que proporciona a los temas un aspecto natural y realista desconocido en el arte anterior. Se trata de una serie de seis frescos, entre los que El tributo de la moneda y La expulsión del Paraíso se consideran obras maestras.

La obra de Masaccio ejerció una profunda influencia en la evolución del arte florentino posterior, en especial en la obra de Miguel Ángel.

Donatello (1386-1466), su verdadero nombre era Donato di Niccolò di Betto Bardi. Generalmente se le considera como el escultor más original del renacimiento italiano y uno de los artistas más importantes de ese periodo.

Donatello nació en Florencia y era hijo de un cardador de lana. A la edad de 17 años fue ayudante de Lorenzo Ghiberti en la construcción y ornamentación de las famosas puertas de bronce del baptisterio de San Juan de Florencia. Más adelante también trabajó en colaboración con Filippo Brunelleschi, con quien parece que fue a Roma para estudiar los monumentos de la antigüedad clásica.

Su carrera artística puede dividirse en tres periodos. El primero, el periodo de formación, abarca hasta el año 1425, y en él su obra presenta influencias de la escultura gótica, aunque también revela tendencias clásicas y realistas; entre las esculturas de este periodo destacan las estatuas de San Marcos (1411-1412, iglesia de Orsanmichele, Florencia), San Jorge (1415-1417, Bargello, Florencia), San Juan Evangelista (1413-1415, Opera del Duomo, Florencia) y Josué (1418, campanile de la catedral de Florencia).

El segundo periodo (1425-1443) suele caracterizarse por utilizar modelos y principios escultóricos de la antigüedad clásica. Entre 1425 y 1435 Donatello trabajó con el escultor y arquitecto florentino Michelozzo en varios proyectos, entre los que se encuentra el monumento dedicado a Bartolomeo Aragazzi (catedral de Montepulciano); en este trabajo conjunto Michelozzo se ocupaba de los diseños arquitectónicos y ayudaba en el vaciado de los bronces a Donatello, que realizó la mayor parte de las esculturas. Entre 1430 y 1433 Donatello pasó algunas temporadas en Roma, donde creó varias obras, de las que la más notable es el cáliz de la sacristía de la basílica de San Pedro, decorado con los relieves de La adoración de los ángeles y El entierro de Cristo. Sin embargo, fue en Florencia donde creó la obra más notable de este periodo, su David en bronce (c. 1430-1435, Bargello), primer desnudo exento de la escultura renacentista.

En el tercer periodo, el de su culminación, Donatello se alejó de la influencia clásica y puso mayor énfasis en el realismo y en el dramatismo de la acción. Ejemplos notables de la escultura de esta época son Los milagros de san Antonio (San Antonio, Padua); El Gattamelata (en la plaza que está delante de la basílica de San Antonio), primera estatua ecuestre ejecutada a tamaño natural, en bronce, desde la antigüedad, y Judith y Holofernes (Piazza della Signoria, Florencia).

Las obras de Donatello influyeron en la escultura de Florencia y del norte de Italia durante el siglo XV. Representó también un impulso importante en el desarrollo realista de la pintura italiana, sobre todo en la obra del gran artista de Padua Andrea Mantegna. Donatello tuvo muchos discípulos, entre los que destacó Desiderio da Settignano.

El David (1430-1435) en bronce de Donatello es la primera escultura renacentista de un desnudo y marca un alejamiento de la rígida verticalidad característica de la escultura gótica.

Miguel Ángel o Michelangelo Buonarroti (1475-1564), uno de los mayores creadores de toda la historia del arte y, junto con Leonardo da Vinci, la figura más destacada del renacimiento italiano. En su condición de arquitecto, escultor, pintor y poeta ejerció una enorme influencia tanto en sus contemporáneos como en todo el arte occidental posterior a su época.

Nació el 6 de marzo de 1475 en el pequeño pueblo de Caprese, cerca de Arezzo, aunque, en esencia, fue un florentino que mantuvo a lo largo de toda su vida unos profundos lazos con Florencia, su arte y su cultura. Pasó gran parte de su madurez en Roma trabajando en encargos de los sucesivos papas; sin embargo, siempre se preocupó de dejar instrucciones oportunas para ser enterrado en Florencia, como así fue; su cuerpo descansa en la iglesia de la Santa Croce.

PRIMERA JUVENTUD EN FLORENCIA

El padre de Miguel Ángel, Ludovico Buonarroti, oficial florentino al servicio de la familia Medici, colocó a su hijo, con tan sólo 13 años de edad, en el taller del pintor Domenico Ghirlandaio. Dos años después se sintió atraído por las esculturas del jardín de San Marcos, lugar al que acudía con frecuencia para estudiar las piezas antiguas de la colección de los Medici. Invitado a las reuniones y tertulias que Lorenzo el Magnífico organizaba en el palacio de los Medici con otros artistas, Miguel Ángel tuvo la oportunidad de conversar con los miembros más jóvenes de la poderosa familia, dos de los cuales posteriormente llegaron a ser papas (León X y Clemente VII); conoció también a humanistas de la talla de Marsilio Ficino y a poetas como Angelo Poliziano, habituales visitantes del palacio. Por entonces Miguel Ángel, que contaba con 16 años de edad, ya había realizado al menos dos esculturas en relieve, el Combate de los lapitas y los centauros y la Virgen de la escalera (ambas fechadas en 1489-1492, casa Buonarroti, Florencia), con las que demostró que ya había alcanzado su personal estilo a tan temprana edad. Su mecenas, Lorenzo el Magnífico, murió en 1492; dos años después Miguel Ángel abandonó Florencia, en el momento en que los Medici son expulsados por un tiempo de la ciudad por Carlos VIII. Durante una temporada se estableció en Bolonia, donde esculpió entre 1494 y 1495 tres estatuas de mármol para el arca de Santo Domingo en la iglesia del mismo nombre.

Primera estancia en roma

Más tarde, Miguel Ángel viajó a Roma, ciudad en la que podía estudiar y examinar las ruinas y estatuas de la antigüedad clásica que por entonces se estaban descubriendo. Poco después realizó su primera escultura a gran escala, el monumental Baco (1496-1498, Museo del Barguello, Florencia), uno de los pocos ejemplos de tema pagano realizados por el maestro, muy ensalzado en la Roma renacentista y claramente inspirado en la estatuaria antigua, en concreto en el Apolo de Belvedere. En esa misma época Miguel Ángel esculpió también la Pietà (1498-1500) para la basílica de San Pedro en el Vaticano, magnífica obra en mármol que aún se conserva en su emplazamiento original. La Pietà, una de las obras de arte más conocidas, la terminó casi con toda seguridad antes de cumplir los 25 años de edad, es además la única obra en la que aparece su firma. Sentada majestuosamente, la juvenil Virgen sostiene a Cristo muerto en su regazo, iconografía que toma del arte del norte de Europa. En lugar de aparentar dolor, María se contiene, se refrena, con una expresión en el rostro de total resignación. Con esta obra Miguel Ángel resume las innovaciones escultóricas de sus predecesores en el siglo XV, como Donatello, a la vez que introduce un nuevo criterio de monumentalidad característico del estilo del cinquecento italiano.

Primer retorno a Florencia

El punto culminante del estilo de juventud de Miguel Ángel viene marcado por la gigantesca (4,34 m) escultura en mármol del David (Academia, Florencia), realizada entre 1501 y 1504, después de su regreso a Florencia. El héroe del Antiguo Testamento aparece representado como un joven atleta desnudo, musculoso, en tensión, con la mirada fija en la distancia, buscando a su enemigo, Goliat. La intensa y penetrante mirada, la fuerza expresiva que emana del rostro del David es, junto con la escultura de Moisés, realizada posteriormente, el mejor ejemplo de la terribilità miguelangelesca, rasgo distintivo de muchas de las figuras del artista toscano así como también de su propia personalidad. El David, la escultura más famosa de Miguel Ángel, llegó a convertirse en el símbolo de Florencia, colocada en un principio en la plaza de la Señoría, frente al Palazzo Vecchio, sede del ayuntamiento de la ciudad. En 1910 se colocó en ese lugar una copia del original que se encuentra en la Academia. Con esta obra Miguel Ángel demostró a sus coetáneos que no sólo había superado a todos los artistas contemporáneos suyos, sino también a los griegos y romanos, al fusionar la belleza formal con una poderosa expresividad, significado y sentimiento.

Paralelamente a su trabajo como escultor, Miguel Ángel tuvo la oportunidad de demostrar su pericia y habilidad como pintor al encomendársele un fresco para el salón de los Quinientos del Palazzo Vecchio, La batalla de Cascina, frente a otro encargado a Leonardo sobre la Batalla de Anghiari. Ninguno de los dos artistas llevó a cabo su cometido, limitándose a realizar un dibujo preparatorio sobre cartón a escala natural. En el caso de Miguel Ángel, el cartón presenta una combinación de figuras vestidas y desnudas en diferentes posturas y actitudes que anuncian su siguiente gran proyecto, la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina en el Vaticano.

El David (1501-1504), una de las obras más conocidas de Miguel Ángel, es una escultura en mármol de 4,34 m de altura. Aunque fue creada originariamente para la plaza de la Señoría de Florencia, actualmente se encuentra en la Academia de Bellas Artes de esa ciudad.

La bóveda de la capilla Sixtina

En 1505, Miguel Ángel interrumpió su trabajo en Florencia al ser llamado a Roma por el papa Julio II para realizar dos encargos. El más importante de ellos fue la decoración al fresco de la bóveda de la Capilla Sixtina, que le tuvo ocupado entre 1508 y 1512, 24 años antes de comenzar, en 1536, el Juicio Final. Pintando en una posición forzada, acostado de espaldas al suelo sobre un elevado andamiaje, Miguel Ángel plasmó algunas de las más exquisitas imágenes de toda la historia del arte. Sobre la bóveda de la capilla papal desarrolló un intrincado sistema decorativo-iconográfico en el que se incluyen nueve escenas del libro del Génesis, comenzando por la Separación de la luz y las tinieblas y prosiguiendo con Creación del Sol y la Luna, Creación de los árboles y de las plantas, la Creación de Adán, Creación de Eva, El pecado original, El sacrificio de Noé, El diluvio universal y, por último, La embriaguez de Noé. Enmarcando estas escenas principales que recorren longitudinalmente todo el cuerpo central de la bóveda, se alternan imágenes de profetas y sibilas sobre tronos de mármol, junto con otros temas del Antiguo Testamento y los antepasados de Cristo. Estas imponentes y poderosas imágenes confirman el perfecto conocimiento que sobre la anatomía y el movimiento humanos poseía Miguel Ángel, cambiando con ello el devenir de la pintura occidental.

LA TUMBA DE JULIO II

Con anterioridad a la bóveda de la Sixtina, en 1505, Miguel Ángel había recibido el encargo del papa Julio II de realizar su tumba, planeada desde un primer momento como la más magnífica y grandiosa de toda la cristiandad. Pensada para ser emplazada en la nueva basílica de San Pedro, entonces en construcción, Miguel Ángel inició con gran entusiasmo este nuevo desafío que incluía la talla de más de 40 figuras, pasando varios meses en las canteras de Carrara para obtener el mármol necesario. La escasez de dinero, sin embargo, llevó al Papa a ordenar a Miguel Ángel que abandonara el proyecto en favor de la decoración del techo de la Sixtina. Cuando, años después, retomó el trabajo de la tumba, la rediseñó a una escala mucho menor. No obstante, Miguel Ángel pudo terminar algunas de sus mejores esculturas con destino a la tumba de Julio II, entre las que destaca el Moisés (c. 1515), figura central de la nueva tumba, hoy conservado en la iglesia de San Pedro ad Vincula, Roma. El musculoso patriarca aparece sentado en actitud vigilante dentro de un nicho de escasa profundidad, sosteniendo las tablas de la ley y con su larga barba entrelazada en sus poderosas manos. Parece una figura distante, en comunicación directa con Dios, y con una mirada que resume a la perfección la sensación de terribilità. Otras dos magníficas estatuas destinadas a esta tumba, el Esclavo moribundo y el Esclavo rebelde (c. 1510-1513, Louvre, París), demuestran claramente los modos miguelangelescos de abordar la escultura. Concibió las figuras como seres atrapados en el bloque marmóreo, que al ser tallados van liberando sus formas. Aquí, como en muchas otras obras suyas, deja las formas inacabadas (non finito), algunas veces por considerar que ésa era la forma deseada y otras por haber abandonado el proyecto durante su realización.

Según la Biblia, Dios creó el primer hombre, Adán, "a su imagen y semejanza". En este fresco de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel pintó a Dios en el momento en que dota de vida a Adán.

La biblioteca laureciana

Pese a que el proyecto para la tumba de Julio II había requerido una planificación arquitectónica, la actividad de Miguel Ángel como arquitecto no comenzó de hecho hasta 1519, cuando diseñó la fachada (nunca realizada) de la iglesia de San Lorenzo en Florencia, ciudad a la que había regresado tras su estancia en Roma. Durante la década de 1520 diseñó también la biblioteca Laurenciana (sala de lectura y vestíbulo con la escalinata de acceso), anexa a la citada iglesia, aunque los trabajos no finalizaron hasta varias décadas después. Miguel Ángel tomó como punto de referencia el tipo de articulación de muros desarrollado por sus predecesores florentinos, pero infundiendo en ella la misma fuerza y energía que caracterizó su escultura y su pintura. En lugar de seguir con fidelidad los cánones clásicos estipulados por griegos y romanos, Miguel Ángel utilizó estos motivos —columnas, frontones, ménsulas— de manera más personal y expresiva.

TUMBAS DE LOS MEDICI

También durante esta larga etapa de residencia en Florencia, Miguel Ángel emprendió —entre 1519 y 1534— el encargo de hacer las tumbas de los Medici en la sacristía Nueva de San Lorenzo. La sacristía, con cubierta cupuliforme sobre pechinas, acoge en dos de sus muros los sepulcros a modo de fachada o retablo en los que dispone ventanas cegadas, enmarcando la calle central donde va el sarcófago con las esculturas alegóricas y los retratos monumentales de los allí enterrados. Una de las tumbas se destinó a Lorenzo II de Medici, duque de Urbino (1492-1519); la otra a Giuliano de Medici, duque de Nemour (1479-1515). Ambas se concibieron como representación de dos actitudes yuxtapuestas: la de Lorenzo, contemplativa, introspectiva; la de Giuliano, activa, extrovertida. Dispuso también sobre ellas magníficas figuras desnudas personificando a la Aurora y el Crepúsculo, bajo la figura sedente de Lorenzo, y el Día y la Noche bajo la de Giuliano. Los trabajos en las tumbas de los Medici continuaron tras el regreso de Miguel Ángel a Roma en 1534. Nunca más volvió a ver su añorada Florencia.

El juicio final

Ya en Roma, Miguel Ángel comenzó a trabajar en 1536 en el fresco del Juicio Final para decorar la pared situada tras el altar de la Capilla Sixtina, dando por concluidos los trabajos en 1541. Cristo, en actitud de juez, se convierte en el centro de la composición; a la izquierda, la salvación de las almas que van ascendiendo al cielo; a la derecha, los condenados que van cayendo a un infierno dantesco. Como era normal en él, Miguel Ángel representó a todas las figuras desnudas, desnudez que fue tapada una década después con los paños de pureza, realizados por Daniele da Volterra (conocido como Il Braghettone precisamente por este motivo) en un momento en el que el clima cultural se había vuelto mucho más conservador. El propio Miguel Ángel aparece retratado en la piel desollada de san Bartolomé, a los pies de Cristo.

A finales de la década de 1970 comenzaron los trabajos de restauración de los frescos de la Capilla Sixtina, que con el paso del tiempo se habían deteriorado enormemente. Al limpiarlos, para lo que se emplearon las técnicas más modernas, aparecieron los colores originales de las pinturas. También se eliminaron gran parte de los paños que cubrían los desnudos de las figuras, y sólo se han conservado los que tapaban partes que se habían borrado. La restauración se llevó a cabo en dos fases: en la primera se restauraron la bóveda y las paredes, en la segunda se restauró el Juicio Final, que fue presentado al público el día de Pascua de 1994 por el papa Juan Pablo II.

Pese a que durante la década de 1540 recibió también el encargo de decorar al fresco la Capilla Paulina, la principal actividad en esta fase de su vida la encaminó hacia la arquitectura.

Miguel Ángel pintó el Juicio Final (1536-1541) en la pared del altar de la Capilla Sixtina 20 años después que los frescos del techo. En esta visión apocalíptica del Día del Juicio Final, Cristo aparece flanqueado por las almas salvadas, que ascienden por su derecha, y las condenadas que descienden por su izquierda.

EL CAPITOLIO

Entre 1538 y 1539 se iniciaron las obras de remodelación de los edificios en torno a la plaza del Capitolio (Campidoglio), sobre la colina del mismo nombre, corazón político y social de la ciudad de Roma. Lo concibió como un espacio ovalado y en su centro colocó la antigua estatua ecuestre en bronce del emperador Marco Aurelio. En torno a ella dispuso el Palazzo dei Conservatori y el Museo Capitolino, así como también el Palazzo del Senatori, dando al conjunto una nueva uniformidad constructiva acorde con la monumentalidad propia de la antigua Roma.

LA BASÍLICA DE SAN PEDRO

La obra cumbre de Miguel Ángel como arquitecto fue la basílica de San Pedro, con su impresionante cúpula. La dirección de las obras, iniciadas por Donato Bramante y continuadas, entre otros, por Antonio Sangallo el Joven y Rafael, le fueron encomendadas por el Papa en 1546. Siguiendo el esquema de Bramante, Miguel Ángel diseñó un templo de planta de cruz griega coronado por una espaciosa y monumental cúpula sobre pechinas de 42 metros de diámetro. Posteriormente, Carlo Maderno modificó la planta original y la transformó en una planta de cruz latina.

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